BUENOS AIRES.- Miguel Torres del Sel, el "bufo" santafesino que seguramente le da cierto "asco" a algunos iluminados, acaba de accionar con su estruendosa aparición el interruptor que ha hecho pasar de amarilla a naranja la luz de alarma para el kirchnerismo. En un inolvidable cabeza a cabeza con Antonio Bonfatti, entre los dos postergaron a un calamitoso tercer puesto al disciplinado Agustín Rossi, demostrando que el humor social en Santa Fe transita por formas diferentes a las que suele cultivar la liturgia "K". No es que un resultado adverso en esa provincia no estuviera en los cálculos de la Casa Rosada, pero nunca con la magnitud que arrojaron las urnas.

Como en la Capital Federal hace dos semanas, esta vez Santa Fe volvió a demostrar que los ciudadanos votan más por el orgullo local que por las zanahorias económicas y que el llamado "voto plasma" no prende donde prenden las gestiones, el respeto por las instituciones, el diálogo, la transparencia y la convivencia democrática. Pero además, con el magro respaldo que obtuvo el candidato que fue a apoyar in situ la Presidenta, la provincia le acaba de dar otro sopapo de fuste al autoritarismo kirchnerista, que combina de modo irritante, para los gobiernos locales que lo sufren, el centralismo que abolió la Constitución de 1853.

En contrario, el aval de casi ocho de cada 10 santafesinos dado al socialista y a un candidato que busca construir nuevas formas políticas, han tenido en común el apuntalamiento a formas diferentes a las que expresa el oficialismo nacional, pero también a su autonomía.

Tal como ocurrió con los porteños, el orgullo santafesino quedó dañado por el intento de chantaje que intentaron realizar los candidatos "K", quienes condicionaron la ayuda de la Nación a que hubiera un cambio de signo político. Esta elección ha dejado en claro que los santafesinos han declinado ser, tal como lo promocionó Cristina Fernández, como los habitantes de Santiago del Estero, quienes "crecen por encima de la media nacional" porque su Gobierno está alineado con la Casa Rosada.

En materia partidaria, Rossi se ha quejado con amargura de sus pares del peronismo, quienes se habían comprometido a apoyarlo tras la interna, una defección que pudo verificarse a la hora de contar los votos a legisladora que obtuvo María Eugenia Bielsa. Igualmente, él estaba fuera de carrera desde 2007, cuando se lo obligó a defender lo que iba a ser la capitulación de la riqueza provincial, la Resolución 125. Este es otro elemento al que debería atender el kirchnerismo, porque lo que le ha ocurrido a Agustín Rossi bien podría replicarse en otros distritos, y sobre todo en la provincia de Buenos Aires, donde la palabra "tijera" se escucha entre los intendentes heridos y en los despachos cercanos al gobernador Daniel Scioli. Por último, y pese a que una vez más quedó en claro que los votos los pone de a uno la gente, el gobernador Hermes Binner se dispone a representar sin demasiada inserción al progresismo en las presidenciales, mientras que Mauricio Macri se ha convertido en el gran referente al que irán a buscar, ávidos de amuletos, Eduardo Duhalde y Ricardo Alfonsín. (DyN)